Wednesday, October 12, 2005

Algunas particularidades del laberinto
(Traducción directa del ruso por Arturo Marián Llanos)

Evgueni Golovin

El poeta alemán del siglo XVII, Caspar von Loensten escribió el siguiente poema titulado "Inscripción a la entrada del laberinto":


"Los ojos no sirven de nada en esas vueltas sin fin.
Ni vidente ni ciego encontrarán la salida.
El vivo ya está muerto. El muerto espera la resurrección.
Tan solo el sabio está contento al caer en el laberinto".


Tales sabios debían de ser sujetos bien particulares para elegir de antemano la situación más desesperada. Nuestra vida es un laberinto y lo llevamos en la sangre, aquí no hay nada que añadir.
Dentro del laberinto los conceptos de pasado o futuro, de buena o mala suerte no sirven de nada, pues en el laberinto siempre reina el pesado presente.
En el "Simbolismo de la Cruz", de René Guénon, se describe el sinsentido de la encarnación de la idea del círculo: por muy bien que se sostenga el compás el punto de partida nunca coincidirá con el del final, la desembocadura jamás volverá a sus fuentes. Es imposible trazar el círculo perfecto cuando falta el plano ideal. Por mucho que intenten cerrarse las líneas curvas nunca podrán hacerlo, siempre habrá un margen de error. Con la línea recta la cosa no mejora, jamás será recta, mientras no exista el plano ideal.
La tridimensionalidad es un concepto abstracto y más bien pragmático. A través de una red geométrica imaginaria atrapamos el inalcanzable espacio, "mejorando y corrigiendo" nuestra percepción. Los científicos no se fían ni de sus ojos, ni de sus oídos y, sin embargo, confían en el microscopio y el teléfono porque semejantes instrumentos disuelven las particularidades perceptivas hasta convertirlas en la esterilizada "objetividad". Asimismo las líneas rectas y sinuosas rectifican la inexactitud de la caprichosa variedad del mundo, reflejada en esos ojos tan distintos azules, negros o verdes. Hoy en día el conocimiento está instrumentalizado y socializado.
La mentalidad científica colectiva no se interesa por tonterías y desprecia el margen de error porque si no sería imposible construir teoría alguna . Aquí radica sin duda la diferencia entre el pensamiento abstracto y el primitivo-concreto.
El etnógrafo Sain-Ives Vensaint vivió algunos años en una de las tribus iroqueses y recuerda lo difícil que resultó explicar a los indios las cifras y el orden numérico:
"Viejo Wassawiti me observa con desconfianza, mientras por undécima vez hago el recuento de la penocha, pino y arce, enseñándole tres dedos -¡tres, comprendes, tres árboles! -¿Y qué es el árbol?, dudaba él. -El árbol es el árbol le gritaba yo, golpeando el pino. -Espera, me detuvo el indio, estás dando palmaditas no a tu "árbol", sino al pino. -¿Qué se le va a hacer? ¿Estás de acuerdo, viejo que el arce no es el oso? Wassawiti contestó que jamás en su vida había oído semejante tontería. A continuación me contó que fue testigo de cómo un oso perseguido se convirtió en arce, para luego, pasado el peligro, sacudirse las hojas y retirarse impasible. Le escuché desesperado. El viejo Wassawiti movió la cabeza y se puso a enseñarme. -Para empezar, no se puede señalar el número tres con los dedos, es señal de magia negra. -Mira, me dijo el sabio indio para finalizar, el pino, la penocha y el arce a menudo están en guerra, así que de qué números vamos a hablar. Pero, mira, en el pino vive una ardilla y también hay un cuervo. El pino, la ardilla y el cuervo son muy amigos, se puede decir que forman familia. Ya tienes tu número tres. Y tus árboles... Wassawati movió la mano y se fue hacia el bosque ."
Conocimiento racional, basado en la reducción de la multitud de objetos individuales a una aproximada equidad, basada en la idea de igualdad, o casi en la relación causa-efecto, no tiene nada que ver con la vida personal. Fue un socium colectivo quien determinó la exactitud de la rotación de la tierra y el movimiento de los planetas. Por alguna razón esa idea de exactitud surgió después del invento del reloj mecánico, después de la unificación de las vivencias profundamente individuales del tiempo y del espacio.
William Blake definió así el principio de la individualidad:
Cualquier espacio que el hombre ve,
Permaneciendo sobre su tejado o en el jardín, o
Sobre una colina de veinte codos de altura, ese
Espacio será su universo.
Y si el hombre se muda, su
Cielo se muda con él.
El esfuerzo intelectual individual ha de estar dirigido hacia el conocimiento del cielo propio en particular y del propio microcosmos en general. Mientras no esté diluido dentro del socium, el individuo no posee ni pasado, ni futuro, porque la cronología, la procedencia de los hechos, las relaciones causa-efecto se basan en movimiento rítmico, en las líneas rectas, en los ciclos y demás acuerdos y convenciones sociales.
¿Cómo son los caminos naturales de un caminante solitario, desorientado, es decir, sin puntos de apoyo ni trayectorias fijas?
Un escritor americano muy particular, Charles Forth, se dedicó a recopilar durante años la información acerca de hechos extraordinarios y tratar de forma singular los hechos cotidianos. Uno de los fragmentos de su libro "Lo" se titula así: "Dibujos realizados por los caminantes perdidos en los bosques vírgenes y desiertos". Todos los dibujos sin excepción recuerdan laberintos. Según Charles Forth, está claro que "los caminantes que deambulan sin brújula por los desiertos y bosques nocturnos, obedecen a un instinto básico irracional, pues el espacio en su esencia es un laberinto".
La sorpresa y la casualidad no son una excepción dentro de algo predeterminado, sino que constituyen la realidad natural del hombre solitario. Ese funcionamiento real representa la catástrofe para la persona pública, social. Al respecto es curioso el relato de G.F. Lovercaft donde un cosmonauta, es decir representante del colectivo científico, se encuentra encerrado en Venus dentro de un laberinto transparente. Se trata del mismo paisaje sencillo que está aquí al lado, pero el cuerpo tropieza continuamente con esas paredes transparentes, infranqueables. Y como resultado: pánico, locura y perdición. La esencial inestabilidad de la existencia, la inquietud, la desconfianza, el miedo, acompañan en la búsqueda de la "salida". La vida es un laberinto y hace falta encontrar el "sentido y la esencia de la existencia", si no, es lo que piensan los "terrícolas" y se equivocan: el laberinto representa el camino desde la tierra hasta el Oceanos, elemento cósmico del agua, donde el concepto de las desorientaciones terrestres es inútil. Todas las cosmogonías del laberinto conocidas desde la antigüedad siempre están relacionadas con el agua. A decir de William Blake:
La concha universal es la tierra cóncava
una maraña laberíntica, tierra
agujereada por múltiples gargantas
de los veintisiete niveles de densidad.
Por supuesto, Blake no inventó la concha universal; encontramos algo muy parecido en el libro de Atanasius Kirchner (s. XVII) Mundus Subterraneus: "La tierra es una concha dentro de Oceanus. Ese concepto del estoico Posidonio fue compartido por Duns Escoto, Juan de Solsberry y otros filósofos de la época. En la lucha interminable y entrecruzamientos de los elementos la quinta esencia forma concentraciones de color perla dorado que se llaman estrellas."
Kirchner fue un creacionista y, a pesar de lo particular de su cosmogonía, buscaba en todo la voluntad del Creador. En la difícil y extraña mitología de Blake también están presentes las líneas de fuerza de las "teofanías" activas. ¿Por qué lo mencionamos? ¿Por qué? Porque el impulso hacia la ordenación lógica permite albergar la esperanza del conocimiento del laberinto cósmico en menor o mayor grado.
La afirmación de itífalos*), la ilusión inútil acerca de la autonomía del principio luminoso masculino, dentro de la interminable noche femenina. Flecha, lanza, ángulo, compás, línea recta; la conquista de las líneas curvas, (...).
¿Acaso Pasífae, Ariadna, Teseo, son los protagonistas del misterio del laberinto? Pues no. Se trata en realidad del drama de los dioses: de Poseidón, Helios, Dioniso.
Pasífae, madre de Ariadna e hija de Helios, presa de pasión arrebatadora, se entregó al toro de Poseidón (tal vez a Poseidón mismo) y parió al monstruo humano con cabeza de toro, Minotauro. Antes o después de este acontecimiento, pues la cronología es ajena a los mitos, Ariadna bailó en los festejos de Dioniso; siguiendo los movimientos de su danza Dédalo construyó el laberinto. Ese laberinto es el templo de Minotauro, mediador entre los elementos de tierra y de agua. Al igual que los titanes despedazaron a Dioniso, transformándolo en toro, el civilizador Teseo mata a Minotauro, después de engañar a Ariadna con su falso amor.
No hay que olvidar que los mitos griegos llegaron hasta nosotros tras pasar por la cruel censura cristiana; después de multitud de citas y fragmentos, a duras penas nos podemos formar una imagen borrosa de la cultura pagana. El mito tan complejo como el de Minotauro fue reducido a simple cuento con moralina acerca del monstruo-caníbal y héroe-civilizador. ¿Por qué entonces en los himnos homéricos a Minotauro se le define como "gobernante de los misterios, donante del cuerpo nuevo"? ¿Por qué Iohannes Reichlin (ss. XV-XVI), uno de los padres de la filología griega, al interpretar el mito del laberinto de Creta, traduce la palabra "tanatos" (comúnmente aceptada como "muerte") como "desaparición"del campo de visión" y "atanatos" ("inmortalidad") como "aparición en el campo de visión"?
La civilización patriarcal activa lo ignora, la agresión fálica directa exige que todo sea aquí y ahora, con lo que los aspectos mágicos de la existencia son eliminados. De ahí el odio de los civilizadores legisladores como Licurgo, Perseo o Penteo hacia Dioniso, y la máxima humillación para sus animales sagrados (toro y chivo).
Juegos con toros, el asesinato ritual del toro (lo que más tarde se llamaría "corrida") representan la herencia de la androcracia cripto-micénica. Semejante odio alcanzó su apogeo en los primeros tiempos del cristianismo cuando el demonio aparece con cara de chivo. Los cultos de Dioniso, Minotauro, Ariadna, amenazan claramente al orden impuesto de trabajo militarizado. A los patriarcas dominadores les encanta pensar en la jerarquía establecida bendecida por el cielo, el antropocentrismo, en la culpa, la redención, en la disciplina, en que los laureles, flores y placeres tan solo están destinados a los pocos elegidos y no son de todos, etc.
Los misterios de Dioniso, la iniciación en el culto del laberinto, presuponen el exceso, el desprecio total de las reglas terrenales y sus desangeladas catástrofes, la cegadora locura del carnaval, la borrachera que lleva al divino in excelsis.
Ariadna, la felicidad de ser abandonada por Teseo y convertirse en la esposa de Dioniso, la corona en sus bellos cabellos, obtenida por su divino amante es, a la vez, la constelación de la Corona, Corona Borealis. El laberinto de Minotauro es el camino hacia "el agua formadora", luego siguen las sinuosidades, vueltas hacia la constelación del enérgico espacio...
2000.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home